Por Erick Díaz
Para NaviLoop
Después de 244 años Enciclopedia Británica anuncia el adiós a su versión impresa, marcando así el dramático final de una época, en la que para disgusto de más de uno y placer de otros, la herencia cultural es en general inalámbrica y se almacena en bytes.
La historia de la afamada publicación inició con la edición elaborada entre 1,768 y 1,771, la cual contó con tres volúmenes de 2,500 páginas a dos columnas, páginas que hacian gala de 160 hermosas ilustraciones, mostrando la cúspide tecnológica de la impresión en aquel entonces.
Entre 1,801 y 1,809 se publicaba su cuarta edición, donde el crecimiento dramático se hizo visible en sus 20 volúmenes de calidad exquisita, lo cual le permitía posicionarse como referencia en contenido y estilo literario de la época.
Con el transcurrir del tiempo, los avances editoriales y tecnológicos se fueron reflejando en sus tomos, hasta que en 1,989 apareció su primera versión digital, un CD multimedia, que fue el primer paso en el camino que llevaría a la enciclopedia, a su debut, en el ya lejano 1,994, con una versión en línea.
Preciarse de contar con una Enciclopedia Británica no es para nada barato, el costo de la última versión impresa ronda los $1,395, y durante mucho tiempo fue tradición su venta en una serie de pagos, por los cuales, el comprador iba recibiendo una cantidad de tomos hasta completar la serie.
La colección en sí misma es impresionante, con 32 volúmenes y un peso colectivo de 129 libras, llena los estantes de bibliotecas y hogares alrededor del mundo. Pero su continua decadencia llego a un punto culminante durante el 2010, año en el que sólo se vendieron unas 8,000 unidades, y se dice que otras 4,000 nunca fueron vendidas, cantidades que hacen un contraste total a las 120,000 unidades distribuidas sólo en Estados Unidos, durante 1,990.
Los vientos de cambio están azotando la industria editorial, el internet con Google al frente y más recientemente la llegada del iPad y otros dispositivos similares, han forzado un cambio radical en la forma que accedemos a la información, una revolución que en general es bienvenida, pero en la cual, no hay que dejar de lado las facetas negativas que trae consigo todo cambio, como los problemas conocidos de la edición colectiva, la cual es causante de errores o desinformación malintencionada, así como las limitantes que presentan el elevado costo de equipos y conexiones al internet.
Desde mi punto de vista, la libertad y la dimensión de la información a la que tenemos acceso, hace palidecer los aspectos en contra, después de todo si Wikipedia fuera impresa, esta contaría con al menos 1,000 tomos similares a los de Enciclopedia Británica, y ese sitio solo es una pequeña muestra del internet en si misma, sin duda esta información no podría hacerse accesible a las masas, como actualmente lo es gracias a las nuevas tecnologías, o sería imposible curar y generar este contenido a la velocidad que actualmente evoluciona, simplemente los grandes costos y tiempo limitado de los canales oficiales lo haría inviable.
Cabe mencionar que este hecho representa el fin de una época y no así del productor de la enciclopedia, que ya para este año reporta al menos 100 millones de usuarios de su versión en línea y otros sitios educacionales, usuarios que para acceder al servicio pagan alrededor de $70 anualmente. La adaptación parece estar en los genes de esta casa editora.
La obra maestra de la recolección de información ha cerrado sus puertas a la versión impresa, esto es un claro indicador para el resto del mundo, la información se accede desde una pantalla y desde la nube, cosa que no va a cambiar.
Personalmente el sentimiento es encontrado, buscadores y enciclopedias en línea son la fuente de conocimiento del nuevo mundo, donde Google y Wikipedia reinan por el momento. Mientras tanto no podría dejar de lado mi iPad, desde donde es accesible cualquier respuesta a cualquier tema, al instante y justo en la punta de los dedos. Pero esto nunca sustituirá o me hará olvidar, el aroma y sensación de las páginas que un buen libro me han regalado en más de alguna tarde lluviosa. Por eso sin duda solo queda decir ¡El rey ha muerto, viva el rey!