Cuando se habla de que todos somo iguales, bueno, es mayormente cierto. Todos somos humanos, todos vivimos en el mismo planeta y tenemos costumbre similares (a menos que comparemos esquimales con brasileños, ahí se será muy diferente la cosa) pero decir que todos somos exactamente iguales, no es del todo cierto.
Por ejemplo, los hombres. Vale la pena decir que soy un hombre y que considero que tengo muchas virtudes y defectos como todos. Pero muchos dicen que hemos perdido la esencia de lo que éramos antes, en los inicios cuando cazábamos con nuestra manos o vivíamos en manadas cuidando de que todo estuviera bien. Según el recién descubierto manifiesto del hombre, es cuando éramos hombres hombres.
No me malinterpreten, hay de todo en este mundo, pero eso de andar descuidando nuestras mejores virtudes y costumbres está un poco raro. Tomen por ejemplo la facha. ¿Desde cuando es aceptable que se llegue a una cita o una entrevista de trabajo en una t-shirt y con el pelo sin recortar? ¿O que vayamos de camping y tengamos que empacar hasta toallas húmedas por aquello que nos ensuciemos las manos al armar la carpa? Hay cosas que simplemente no pueden pasar.
Y ojo, que no estamos hablando de ser machos en ningún momento, sino de recuperar todo eso y más. Que si te piden cocinar que lo hagas como un chef que tiene 3 estrellas Michelin, o que si necesitas salvar a un gato de un árbol que está en llamas después de que un camión se estrelló con 200 autos, lo puedas hacer, o que si te llama tu novia para que le ayudes a reparar su computadora no digas “mejor llama a un experto que no se como hacerlo.” No, un hombre hombre no le teme a los virus mortales come discos duros o a PowerPoints de 429 slides.
Al final, ser un hombre hombre es dejar de oler a chocolate o caramelo, dejar de tener miedo a los lobos y poder escalar un edificio con las manos. Es rescatar la esencia y regresar a ser lo que fuimos.
Artículo patrocinado por Old Spice
